Cuando las ideas son armas
Ante
el reciente ataque a periodistas del semanario satírico francés Charlie Hebdo, y por extensión a toda
sociedad o persona educada en la tolerancia, nos preguntamos cómo es posible
que determinadas ideas religiosas de una cultura puedan en el siglo XXI ser tan
radicales que mutilen un mínimo de asomo de cordura. Ese fanatismo ideológico,
radical en sus orígenes y en sus determinaciones, pretende trasladarnos a esas
otras épocas lejanas de las guerras de religión medievales y del Renacimiento.
Evidentemente
nos encontramos ante unas mentes desquiciadas, exclusivistas; que no admiten
otra visión de la realidad distinta de la suya; que no admiten la más mínima
crítica aunque sea satírica. Es más: no solo no admiten esas críticas sino que
su fanatismo les conduce a unas cuotas de crueldad sin límites. La guerra
santa, que determinados grupos de islamistas están dispuestos a desenterrar, no
debe, por otra parte, ahondar en las diferencias entre nuestra cultura
occidental y la musulmana. Esa parece ser su victoria. No se trata de separar,
discriminar, infravalorar. Se trata de aislar a esos grupos y, sobre todo, que
sea partiendo de la iniciativa del mundo árabe.
Nuestra
fuerza y riqueza como habitantes del planeta Tierra radica en la diversidad
racial, religiosa, cultural. No podemos convertir las ideas en armas sino más
bien en un medio para mejorar el mundo en el que vivimos; hacerlo más libre,
más tolerante, más feliz.
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